Abrió la puerta y asomó la cabeza al obscuro corredor que abria el camino al viejo y oxidado ascensor.
Se armó de valor y se encamino al ascensor, presiono el boton y mientras esperaba, se preguntó porque no había tomado las escaleras, ¡Solo eran cinco pisos! (-Fuck that shit, I'm too lazy).
Al abrir la puerta del ascensor el inconfundible aroma a cigarrillo inundó el ambiente recordándole inmediatamente la habitación donde solía dormir hace años.
- Piso cero, se dijo a si mismo mientras presionaba el botón.
Rápidamente se puso sus lentes obscuros antes de salir por la puerta, era un día gris pero el brillo del sol le molestaba en los ojos, no se había dado cuenta de la gran cruda que tenía.
El traje de neopreno estaba húmedo y frío, una sensación muy rara en la piel. Mientras cerraba la cremallera del traje, notó un pulsante e intenso dolor en el hombro (seguramente la concentración de cristales de ácido úrico en las articulaciones, muestra clara de los años que ahora llevaba encima).
-Suck it up!, se dijo mientras soltaba la cremallera.
La tabla era larga, casi tan larga como la distancia que había que recorrer hasta el mar. La playa estaba desierta, tan solo un par de surfers a punto de entrar al agua. (Este frío y lluvia es pésimo para pasear en la playa, pero es perfecto para el surf).
Lo único que no estaba cubierto por el neopreno eran sus manos, pies y cabeza, situación de la que se daría cuenta en unos segundos, momento en el que sus pies entrarán en contacto con el agua helada.
El mar parecía iracundo, las olas no eran muy grandes pero venían con fuerza y golpeaban de manera constante.
Remar le costaba trabajo, el hombro aun sufría y había que mantener el equilibrio, incluso con las olas cruzadas.
Después de unos sólidos quince minutos de remado constante logró llegar a un lugar donde parar a descansar, pareciera que el mar le había puesto una prueba que había pasado (Aunque la verdad es que probablemente solo era el final del set de olas).
Recostado en la tabla y viendo al horizonte notó que empezaba a llover, una tranquila lluvia que en combinación con la calma del mar creaban una imagen surrealista y relajante. Perdió la mirada en las ondas que las gotas de lluvia creaban en el mar. Por un momento, todo se detuvo, ni un sonido, ni un movimiento. Podrían haber pasado tres horas o tres minutos.
De la nada las olas regresaron, como un recordatorio de que, inevitablemente, la vida se mueve, que esos pequeños y perfectos momentos no duran para siempre. Pero con el movimiento de la vida siempre viene emoción, lo desconocido siempre llega con aventura.
Después de horas en el mar y un intenso sabor a sal en la boca, decidió salir y encaminarse a casa.
Mientras descuidadamente cruzaba la calle, algo lo tiró al piso, un sonido hueco y después, nada.
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